Cuando Mavis Stephens quedó embarazada por primera vez en 1995, esperaba tener un embarazo saludable. Era joven, activa y no tenía motivos para preocuparse.
Sin embargo, alrededor del quinto mes de embarazo, Mavis notó un poco de hinchazón y que retenía líquidos. Se lo comentó a su médico, quien le aconsejó más descanso, mantener los pies elevados y consumir menos sal. Durante el embarazo, es común tener hinchazón y retención de líquidos, le explicó el médico.
Al principio del tercer trimestre, la hinchazón empeoró. Cuando el médico le midió la presión arterial en una cita prenatal, mandó a Mavis al hospital. Allí le diagnosticaron preeclampsia, una complicación peligrosa del embarazo que incluye presión arterial alta y signos de daño a otros órganos, por lo general el hígado y los riñones. Los médicos le dijeron que tenía que quedarse en el hospital hasta dar a luz.
Una semana después, Mavis empezó a perder líquido amniótico y la trasladaron a un hospital mejor equipado para partos de bebés prematuros. Los médicos descubrieron que tenía el síndrome HELLP, una complicación grave de la presión arterial alta durante el embarazo. La llevaron a la sala de operaciones para una cesárea de emergencia. Su hijo nació a las 28 semanas y murió a los dos días.
"Quedé destrozada, pero empaqué todo ese dolor y seguí adelante con mi vida", recuerda Mavis. "Mis médicos me aseguraron que iba a tener muchos hijos porque era joven".
Segundo y tercer diagnóstico
Dos años más tarde, Mavis volvió a quedar embarazada. Al final del segundo trimestre, le diagnosticaron preeclampsia otra vez. El médico la puso en reposo.
"Estaba enojada y frustrada. No entendía por qué me estaba fallando el cuerpo", dice. "Había hecho todo lo que tenía que hacer, pero estaba otra vez en la misma situación".
A las 38 semanas, Mavis dio a luz a un niño sano.
Cinco años después, en 2003, Mavis quedó embarazada por tercera vez y una vez más diagnosticaron preeclampsia. En el quinto mes, dio a luz a una beba muerta. Los médicos descubrieron que Mavis tenía de nuevo el síndrome HELLP.
"Pasé por todas las fases: ira, tristeza, entumecimiento y frustración. Mi hijo tenía 6 años, y después de haber estado dos veces al borde de la muerte tratando de tener un bebé, me di cuenta de que tenía que dedicarme a él".
Informar a otras mujeres
Mavis dice que le hubiera gustado saber sobre la preeclampsia en el primer embarazo.
"Tenemos que abogar por nosotras mismas. Si creemos que algo está mal, tenemos que hacernos oír", dice. "Nadie me habló de los síntomas de preeclampsia, que luego comprendí que tenía. Hay que difundir la información, porque esto es algo bastante común".
La preeclampsia afecta a entre el 2% y el 8% de los embarazos.
Actualmente, Mavis forma parte del consejo asesor de la Fundación para la Preeclampsia.
"Sentí que tenía que ser una voz en nombre de las mujeres o bebés que no sobreviven la preeclampsia", dice. "Esto me da la oportunidad de tener un impacto y de apoyar a otras mujeres, y eso es curativo para mí".