Michael Morizio sabe lo rápido que pueden cambiar las cosas.
En agosto de 2017 jugaba tenis competitivo, algo que había disfrutado casi toda su vida. Un mes más tarde, se esforzaba por respirar. Casi se muere.
El problema comenzó con una simple fractura en el pie derecho durante un partido de tenis.
“Cuando intenté alcanzar la pelota, di un paso en falso y sentí un dolor en el pie derecho”, dice Michael. Su fisioterapeuta le puso una bota ortopédica.
A principios de septiembre, Michael se sentía suficientemente bien como para quitarse la bota y desempeñarse como guía turístico por Italia con su esposa, Nancy. La pareja ya había organizado varias excursiones por el país y tiene una casa allí.
Pero después del viaje transatlántico de Boston a la región de Abruzzo en Italia, a dos horas de Roma, notó que le costaba respirar. Y cada día parecía ponerse peor.
“Para el quinto día, ni siquiera podía salir del autobús con nuestro grupo de turistas”, añade. “Daba unos pocos pasos y me tenía que sentar”.
Michael finalmente se dio cuenta de que tenía un problema en los pulmones.
Un médico local le diagnosticó el problema de inmediato: trombosis venosa profunda . Y esto le causó una embolia pulmonar . La inmovilidad de la pierna derecha y el largo viaje en avión fueron la receta perfecta para estas dos condiciones.
En una vena profunda de la pierna derecha se le habían formado uno o más coágulos. Luego se desprendieron y obstaculizaron el flujo de sangre a los pulmones y el corazón.
“Iba en camino directo a una insuficiencia cardiopulmonar”, dice Michael.
De inmediato lo llevaron al Ospedale Santissima Annunziata, el hospital principal de Sulmona, en Abruzzo. Le dijeron a su esposa que su probabilidad de supervivencia era de menos del 10por ciento.
Pasó allí los siguientes 11 días. Sus médicos, Ezio De Pratti y Rosella D’Angelo, le recetaron medicamentos y descanso mientras trataban de que el coágulo se encogiera y pasara.
“El cardiólogo y todo el personal del hospital hicieron milagros conmigo”, comenta.
Su equipo médico le dijo que podría haber evitado la trombosis tomando un anticoagulante como la aspirina, usando una media de compresión en la pierna derecha durante el vuelo y parándose para caminar al menos una vez por hora
Por varios meses, Michael tuvo que evitar los viajes en avión. Seis meses después, solo había recuperado el 80 por ciento de su capacidad para respirar. Seguía sintiéndose sin aliento al caminar. Y no podía jugar tenis.
Este otoño, casi un año después del último viaje, Michael y Nancy planean dirigir la siguiente excursión a Abruzzo.
En este largo vuelo, Michael tiene planeado usar medias de compresión y moverse más. También tomará el anticoagulante recetado. Esta vez, respirará con más facilidad.
Michael Morizio durante un viaje a Abruzzo, Italia.