Anthony Terlizzi tenía apenas 16 meses de edad cuando tuvo la primera reacción alérgica al maní (cacahuate).
Su madre, Lisa Terlizzi, estaba agregando alimentos sólidos en su dieta y le dio un sándwich de jalea y mantequilla de maní. La reacción fue inmediata.
"Se frotó los ojos y se le hinchó toda la cara", dijo Lisa. Le quitó rápidamente el sándwich a Anthony antes de que se lo pudiera comer.
Lisa acababa de ver un noticiero en el que explicaban las posibles reacciones alérgicas a una picadura de abeja. Recomendaban dar una pequeña dosis de un antihistamínico si se temía una reacción alérgica. Y eso mismo fue lo que ella hizo.
Después llamó al pediatra para preguntarle qué hacer. "Me dijo que me fijara en la respiración de Anthony y que si tenía dificultad para respirar, que lo llevara a una sala de urgencias", prosiguió.
Por suerte, Anthony mejoró y eso no fue necesario.
Lisa lo hizo examinar por un alergólogo para confirmar la alergia al maní. Ella no conocía a nadie que tuviera alergia al maní, así que tuvo que aprender mucho rápidamente.
"Trato de llevar una vida lo más normal posible".
- Anthony Terlizzi
"Empecé a leer más las etiquetas, pero sin llegar a obsesionarme. Si algo tenía maní, simplemente no lo compraba", dice Lisa.
Su hija mayor no tenía alergia al maní y a veces quería comidas que lo tuvieran. Lisa descubrió que la solución era cocinar con mucho cuidado y hacer primero la comida de su hijo para evitar la contaminación cruzada. Algunos niños tienen alergias más graves y hay que tomar precauciones adicionales para evitar la contaminación cruzada con alérgenos.
También se abasteció de autoinyectores EpiPen. Los guardaba en la casa, en el auto y en su cartera, hasta que Anthony tuvo la edad suficiente para llevar y usar el autoinyector EpiPen solo.
"Había que estar atentos y preparados por si sucedía algo", dijo Lisa. Ella está de acuerdo con que los niños deben estar conscientes de sus alergias y de los riesgos, pero "tampoco pueden vivir con miedo".
Esa filosofía tuvo un impacto en Anthony, que no deja que su alergia alimentaria le impida disfrutar de la vida.
Ahora tiene 23 años.
"Así como uno se despierta cada mañana sabiendo que tiene que cepillarse los dientes, yo me despierto sabiendo que soy alérgico al maní", dijo Anthony.
Anthony tiene un mensaje simple para quienes tienen una alergia alimentaria: "No vivan con miedo".
Él sabe lo fácil que es que las alergias tengan una influencia negativa en la vida, por eso siempre está preparado.
"Mientras tenga conmigo mi autoinyector EpiPen, trato de vivir una vida tan normal como sea posible", dijo. En las dos décadas que lleva viviendo con su alergia alimentaria, nunca ha tenido que usar el autoinyector EpiPen.
Anthony también quiere que las personas con alergias comprendan los peligros.
"No dejen de hacer preguntas y no se sientan mal por hacerlas", dijo Anthony. Considere que es mejor ser preguntón que poner en riesgo la propia seguridad.