Cuando Kevin Delano entró en la adolescencia, sabía que era una persona diferente. Estaba deprimido. Tenía pensamientos acelerados constantes.
Kevin, hoy de 46 años, describe su depresión, o sus "ciclos de tristeza", como ponerse una prenda muy pesada.
"Es como si uno se hubiera puesto una capa de lana que estuvo empapada en agua", explica Kevin. "Es cálida, pesada y aplastante".
"Me parece que muchos hombres piensan que, si les cuentan a alguien que tienen un problema de salud mental, es un signo de debilidad".
- Kevin Delano
Kevin también tenía "ciclos de euforia" en los que le entusiasmaban mucho las ideas nuevas y ciertas metas. Pero luego se desplomaba y volvía a sentirse deprimido.
Aunque aún no lo sabía, sus síntomas eran los del trastorno bipolar. El trastorno bipolar es un problema de salud mental que causa altibajos emocionales intensos, junto con ansiedad, irritabilidad y a menudo pérdida de contacto con la realidad.
Kevin dice que, además de estos altibajos, siempre escuchaba voces que le decían que no valía nada o que nadie se preocupaba por él.
"No lograba que mi mente se callara", dice Kevin.
A los 16 años intentó suicidarse. Luego fue adicto al alcohol y las drogas por más de 20 años.
Hoy, más de 25 años después, Kevin está sobrio, ve a un profesional de salud mental, va a terapia y recibe tratamiento para el trastorno bipolar y para sus adicciones previas.
Usar una máscara
Kevin tuvo sentimientos de ansiedad y depresión casi la mitad de su vida, hasta que buscó ayuda. En parte los ocultaba porque no quería que los demás se enteraran.
Le preocupaba que sus amigos, especialmente los hombres, lo percibieran como alguien débil o demasiado sensible.
Kevin recuerda incluso que en una ocasión le contó a su madre que tenía un problema de salud, e inmediatamente después le dijo a su médico, un hombre, que estaba de lo más bien. Dice que para algunas personas es como ponerse una máscara.
"Quería ser el Kevin perfecto para todos, porque quería que todos me quisieran", recuerda.
La importancia de la franqueza
Kevin dice que su vida cambió para bien después de saber el diagnóstico y recibir tratamiento para el trastorno bipolar y las adicciones. Para empezar, ya no se avergüenza de sus sentimientos.
"A la hora de hablar sobre mi salud mental, soy como un libro abierto", explica.
Le gustaría que más personas, especialmente los hombres, busquen ayuda cuando se sienten deprimidos o ansiosos.
"Creo que para muchos hombres, contarle a otros que tienen un problema de salud mental es un signo de debilidad", dice. "Prefieren hacer ejercicio, volverse musculosos y proyectar la imagen de personas fuertes".
Pero Kevin dice que todos nos beneficiamos al hablar con los demás, escuchar lo que las personas tienen que decir e ir a terapia para resolver los problemas, independiente de si es hombre o mujer.
La importancia de dar a los demás
Kevin todavía observa el estigma en torno a la salud mental en sus reuniones de recuperación y en su trabajo.
"Los hombres, especialmente los mayores, siguen creyendo que no hay que hablar de los sentimientos", comenta. "Fingen ser imperturbables, mantienen la cabeza gacha y se aíslan".
Él trata de reducir este estigma hablando con otros hombres y como voluntario en una organización sin fines de lucro que ayuda a familias de personas adictas y con problemas de salud mental.
"Los familiares necesitan saber que no tienen la culpa de estos problemas", explica Kevin. "Nada de lo que han hecho o dejado de hacer los ha causado".
Kevin también da el buen ejemplo en su casa. Le explica a su hijo de ocho años que está bien hablar de sus sentimientos y pedir ayuda.
A las personas que tienen o creen que podrían tener un problema de salud mental, les recomienda: "Sean francos. Escúchense a sí mismos y escuchen a los demás. Si les parece que algo no está bien, díganselo a alguien y busquen ayuda".