El Dr. Eliseo J. Pérez-Stable, M.D., trabajó al servicio de las comunidades médicas y de investigación por décadas antes de ser nombrado como segundo Director del Instituto Nacional de Salud y Disparidades de Salud de las Minorías (NIMHD) en 2015. Su camino hacia los NIH fue guiado por sus singulares experiencias y asociaciones, que lo prepararon para dirigir el NIMHD en su misión de reducir las disparidades de salud y mejorar la salud de las poblaciones minoritarias y desfavorecidas.
También supervisa su laboratorio en el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI), donde su investigación explora las diferencias en la salud de los grupos raciales y étnicos y la forma en que los factores sociales, como la migración y el medio ambiente, afectan la salud.
El Dr. Pérez-Stable compartió los aspectos sobresalientes de su carrera y habló del adelanto de la ciencia de la salud y las disparidades de salud de las minorías con la revista MedlinePlus Magazine de los NIH. Relató el singular papel que desempeña el NIMHD dentro de los NIH, la manera en que cambió el panorama para la investigación sobre las disparidades de salud con la llegada de la COVID-19 y qué es lo que más le interesa en lo sucesivo.
¿Puede contarnos sobre sus antecedentes y que lo trajo a este campo?
Nací en Cuba y pasé allá los primeros ocho años y medio de mi vida. Después de la Revolución Cubana, mis padres decidieron que no querían arriesgarse al permanecer allá, de manera que en 1960 emigramos a los Estados Unidos. Creo que mi camino comienza ahí porque como cubano estadounidense, soy inmigrante y miembro de una minoría. Nos mudamos a Pittsburgh, donde aprendí inglés.
El segundo punto importante es que me gradué de médico. Mi padre era médico, pero realmente nunca me forzó a que yo lo fuera. Creo que opté por la medicina porque era una profesión noble y yo siempre tendría trabajo.
Al comienzo, mi principal campo de estudio universitario fue la historia y siempre tuve un gran interés en la política y los asuntos de actualidad, particularmente los relacionados con América Latina, pero también con los Estados Unidos. Rápidamente me di cuenta de que si quería ser un buen médico no tendría tiempo para mucho más. La residencia médica me llevó a la Costa Occidental y recibí mi formación en atención primaria en el campo de la medicina interna general. Me enamoré del lugar y viví en San Francisco durante 37 años, donde construí mi carrera.
¿Puede describir la evolución de su carrera desde la práctica clínica hasta la investigación?
Aprendí métodos de investigación con una beca [de estudios clínicos] de dos años de duración, que me avivó el interés por la investigación académica. Estaba rodeado de personas que me dieron ánimo y apoyo. El Dr. Steve Schroeder [Director de la División de Medicina Interna General de la UCSF] fue mi mentor y mi primer jefe en la UCSF. Era un líder influyente en el campo de la medicina interna general, que realmente no existía en muchos centros académicos en aquella época. Comencé a colaborar con científicos especializados en ciencias sociales y del comportamiento. Primero trabajé en la prevención de la depresión en la atención primaria y en el consumo de tabaco y el cese del tabaquismo entre la población latina y luego me incliné más por la ciencia de la población.
Gran parte de mi trabajo clínico tenía poco que ver con mi investigación. Recibí financiamiento de los NIH desde el comienzo, pero en realidad también disfrutaba de mi función como líder en investigación y como médico clínico, generalista y educador en la UCSF.
¿Cómo comenzó a interesarse en la salud y las disparidades de salud de las minorías?
Mi interés en la salud de las minorías comenzó en mi tercer año de residencia cuando a todos los residentes de ese año se les pidió hablar [sobre un tema escogido por cada uno]. Yo escogí dos: uno trataba de Cuba y otro, junto con un colega residente, se refería a los factores culturales que intervienen en la comunicación con pacientes que son estadounidenses, pero que no son de raza blanca. Yo me concentré en los latinos y mi colega, que era vietnamita estadounidense, se concentró en las personas del sudeste asiático.
Ahí comencé a pensar en lo siguiente: “¿Por qué por ser cubano y poder hablar español era diferente [para mí] cuidar a estos pacientes que no hablaban inglés?”. Algo obvio era el idioma, pero sentí que había algo más y quería estudiarlo. A ese algo más lo llamé los “factores culturales” en la comunicación.
Seguí un camino que no era tradicional en el campo académico. Nunca pasé tiempo en un laboratorio ni trabajé con animales. No me concentré en un campo determinado para convertirme en experto en esa materia. Yo era experto en salud de las minorías y los latinos. Mi campo no se refería específicamente a un solo tema.
¿De qué manera determinó ese interés la trayectoria de su carrera?
Al comenzar a trabajar como profesor asociado en la UCSF, mi función quedó mejor definida y comencé a conectarme con otras personas y a realizar más trabajo en colaboración. Pasé de trabajar solo y únicamente en mis propios proyectos a tener redes locales y nacionales en la actualidad, que crearon la plataforma para poder progresar en mi investigación. Me asocié con el Dr. Eugene Washington, que desempeñaba un cargo similar al mío en el Departamento de Obstetricia y Ginecología de la UCSF. Gene es afroestadounidense y recibió fondos de una subvención para crear el llamado Centro de Investigación sobre la Eficacia Médica para Diversas Poblaciones en aquel entonces (que actualmente es el Centro de Investigación Multiétnica sobre Equidad en Salud). Fue el primer centro de investigaciones sobre la salud de las minorías en la UCSF. Teníamos distintos antecedentes clínicos y estábamos conectados con diferentes personas. La unión de fuerzas fue un enorme paso en la dirección correcta en términos de lo que pudimos lograr en la UCSF.
Puesto que nos enfocamos en la salud de las minorías, atrajimos personas de diferentes disciplinas. Una pediatra interesada en estudiar los resultados del nacimiento por raza y origen étnico me dijo: “Quiero que sea mi mentor”. Yo era internista y en ese tiempo no tenía experiencia en atender niños. Le respondí: “Dígame cómo puedo ayudarla”. Ella confió en mí. Yo conocía las condiciones de salud de la población latina y ella me señaló los temas de su interés. Me di cuenta de que podría ser mentor de alguien en una disciplina diferente y nunca más acepté la excusa (que todavía oigo) de que “no soy experto en ese campo y, por lo tanto, no puedo decir nada al respecto”.
¿Qué lo trajo a los NIH?
A fines de los años noventa, recibimos una subvención del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA) para crear los Centros de Recursos para Investigaciones sobre el Envejecimiento de las Minorías. Comencé a ir regularmente al campus de los NIH [en Bethesda, Maryland], donde conocí a muchas personas, incluso a los dirigentes del NIA en investigaciones sobre ciencias sociales y del comportamiento.
Con el transcurso del tiempo, me nombraron miembro del Consejo [Asesor] del NIA y el Dr. Richard Hodes me llamó para pedirme que ingresara. El servicio en el Consejo fue una gran experiencia. Aprendí muchísimo y pude ver desde adentro cómo trabajaban los NIH. Colaboré con el grupo directivo del NIA en la creación de su marco para investigaciones sobre la salud de las minorías, que emplean allá hasta hoy.
¿Cómo llegó a ser el Director del NIMHD?
En 2014, el Dr. John Ruffin anunció su jubilación como Director del NIMHD. Pensé mucho en solicitar [el cargo]. Uno de mis colegas en el consejo había sido director de la Oficina de Investigaciones sobre Ciencias Sociales y del Comportamiento en los NIH. Le pregunté: “¿Qué piensas?”. Me miró y me dijo: “¿Que si debes ser el Director del Instituto? ¡Por supuesto, debes solicitar el cargo!”. Cuando el Dr. Francis Collins [ex Director de los NIH] me llamó para ofrecerme el cargo, yo estaba listo para aceptarlo.
Fue la primera vez que alguien como yo―un médico generalista que no tenía antecedentes en ciencias básicas―llegó a los NIH [como Director de un instituto]. Creo que fue un cambio enorme para los NIH. Fue un cambio monumental para mi familia y para mí, pero pensé que no debería dejar pasar esa oportunidad. Y no me ha pesado. Dejé de atender pacientes. Como había estado muy anclado en mi trabajo clínico con los pacientes, espero que eso haya influido en la función que desempeño aquí.
¿Cuál es la función del NIMHD dentro de los NIH y cómo ha cambiado con el tiempo?
El NIMHD se estableció en los años noventa como Oficina de Programas para Minorías dentro de la Oficina del Director de los NIH. En 2000 se creó por ley el Centro para la Salud y las Disparidades de Salud de las Minorías y una de sus funciones era observar la investigación sobre la salud y las disparidades de salud de las minorías en todos los NIH. Fuimos creados como instituto en 2010 como parte de la Ley de Cuidado Asequible.
La función del NIMHD en los NIH es dirigir y coordinar nuevos programas de investigación sobre la salud y las disparidades de salud de las minorías, proporcionar información sobre lo que hace la gente y animar a los colegas a hacer más.
La pandemia realmente cambió todo. El aumento del presupuesto para la atención de la COVID-19 aportó al NIMHD nuevos fondos para investigación sobre las disparidades y el Dr. Collins me pidió que trabajara en la dirección conjunta de las iniciativas sobre este tema en todos los NIH. La COVID-19 no solamente reveló estas increíbles disparidades, sino que el asesinato de George Floyd y las protestas posteriores mostraron la existencia de una enorme laguna en nuestra forma de entender los factores estructurales conducentes a resultados adversos en salud.
A comienzos de 2021, lanzamos una iniciativa de investigación sobre el racismo estructural y la discriminación, en la que habíamos venido trabajando por algún tiempo. Terminamos financiando 38 subvenciones para investigación con US $34 millones y casi todos los institutos participaron. Veremos a dónde nos lleva eso—todo toma tiempo en los NIH.
¿Qué es lo que más le interesa en la actualidad?
Por lo menos, ahora la gente reconoce que los factores estructurales—no apenas los patrones de mal comportamiento de la gente—influyen en la salud individual. Estas cosas son muy complejas. Cuando entré a este campo hace 40 años, recuerdo que pensé: “¿Qué tal los aspectos relacionados con la biología? ¿Qué tal las interacciones del comportamiento, las comunidades y el entorno construido?”. Todas estas cosas contribuyen y es raro encontrar un solo gen que cause una enfermedad o un solo comportamiento que conduzca exclusivamente a un resultado negativo. En la mayoría de los casos, estas son interacciones muy complejas, lo cual es de sumo interés desde una perspectiva científica. No entendemos a cabalidad cómo la raza, el origen étnico y la condición socioeconómica interactúan con otros factores que afectan el comportamiento, pero su influencia en los resultados de salud es notable, a menudo significativa, de modo que siempre necesitamos tenerlos en cuenta y medirlos de una manera estandarizada.
Con la COVID-19, pudimos legitimar y promover una plataforma de investigaciones con la participación de la comunidad como forma de ayudar a las comunidades a responder a la crisis. Conseguimos investigadores que saben trabajar dentro de esas comunidades y que hacen preguntas de una manera en que se tienen en cuenta sus necesidades individuales. Trabajar con diferentes poblaciones y comunidades es realmente difícil. Algunas comunidades desconfían mucho del gobierno, los investigadores o los médicos por muchas razones distintas. Durante la pandemia vimos cómo evolucionó con el tiempo la desproporcionada carga que llevaron las comunidades latinas, afroestadounidenses y las poblaciones indígenas estadounidenses y nativas de Alaska. Las disparidades se redujeron drásticamente en parte por la forma en que abordamos el asunto de la desconfianza. La plataforma de investigaciones con la participación de la comunidad puede ser muy potente. Se necesitan muchos recursos para ponerla en práctica, pero los NIH disponen de ellos.
También estoy emocionado de ver que hay mayor interés en diversificar la fuerza laboral en investigaciones biomédicas y en movilizar a las instituciones al servicio de las minorías para acelerar el proceso. El camino es largo y ha sido una prioridad para mí desde que ingresé al sector académico como profesor asistente.
Por último, me siento vigorizado por el reto de abordar las cuestiones de racismo sin echarle la culpa a nadie y sin poner a nadie a la defensiva. Estas son reacciones normales y están íntimamente vinculadas al poder. Entonces, ¿cómo evaluamos o enfrentamos los efectos de esto para la salud? Estamos trabajando en modelos de investigación para examinar las diferencias en mortalidad y morbilidad por raza y origen étnico, condición socioeconómica y ubicación geográfica. El costo económico de tolerar estas disparidades se acerca a US $1 billón al año. La reducción de esa cifra aun en un modesto porcentaje representaría un enorme ahorro y puede lograrse al invertir en ciertos campos. Espero que esto tenga impacto.
¿Cuáles son sus ocupaciones favoritas cuando no está en el trabajo?
Mi esposa Claudia Husni también es médica. Es de Argentina. Tenemos dos hijos adultos jóvenes y siempre disfrutamos de pasar tiempo con ellos, pero vivimos con dos gatos que nos acompañan. Nos fascina el cine. Nos encanta cocinar y probar diversos tipos de comida en Washington, D.C. A menudo hablamos del trabajo y de política. Me gusta escuchar jazz y a veces vamos al teatro. Nos gusta salir a ver la naturaleza y hacer caminatas.
Realmente disfruto de tareas en las que no tengo que pensar. Yo lavaba los platos hasta que compramos una lavadora automática. Cuando era médico residente aprendí que no debía llevar a casa el trabajo ni la carga emocional del cuidado de pacientes enfermos. Eso no siempre es posible, pero es importante desconectarse por un rato y luego poder hacer lo que se necesita.
Esta entrevista se ha editado ligeramente por razones de duración y claridad.
¿Qué son los determinantes de la salud?
Los determinantes de la salud son los diversos factores que influyen en la salud y el bienestar generales de una persona y abarcan las influencias sociales, estructurales, biológicas, conductuales y del sistema de atención de salud. Los resultados recientes de las investigaciones apoyadas y realizadas por el NIMHD destacan la importancia de estos determinantes. Entre los ejemplos cabe citar los siguientes:
- Ubicación geográfica. Los residentes de condados rurales en los Estados Unidos tienen más probabilidades de morir de diabetes que las personas que viven en zonas urbanas. Esto muestra que las disparidades de salud no se limitan a la raza o al origen étnico, sino que se extienden a la ubicación geográfica y al acceso a atención de salud.
- Racismo sistémico. En un estudio realizado por investigadores del NIMHD se descubrió que los estudiantes universitarios de raza negra informaban que tenían mejores resultados de salud mental cuando la administración de su facultad reconocía el racismo institucional en el campus y tomaba medidas para abordarlo.
- Acceso a atención de salud. En un estudio apoyado por el NIMHD se observó que las mujeres embarazadas tenían más probabilidades de recibir tratamiento para la diabetes gestacional si estaban inscritas en Medicaid.